Escucha…

¿En qué otro mundo de cerezas raras

oí tu voz? ¿En qué planeta lento

de bronces y de nieve, vi tus ojos

hace un millón de siglos? ¿Dónde estabas?

Fuiste agua hace mil años.

Yo era raíz de rosa, y me regabas…

Fuiste campana de pagoda, yo era

nervio del ojo que miró a tu bronce.

Nos hemos perseguido,

alma con alma, atravesando cuerpos

peregrinos de venas y latidos,

por pieles de animales, por estambres,

escamas, esqueletos, cortezas;

por mil cuerpos y sangres diferentes,

alma con alma, cincelando torres

de espíritu con lágrima y sonrisa.

Otro mes cumplido en que tus brazos son mi abrigo,
en que a estar enamorada le cobré sentido,
en que te has vuelto la razón que
acelera a mi corazón.
Otro mes en que tu mirada
me tiene cautivada
perdiéndome y guiándome al mismo tiempo,
¡que contradicción!, pero ¡que realidad!,
porque te has convertido en la verdad
que a todas direcciones quiero declarar,
el nombre que aun en mis sueños más profundos
suelo mencionar.
Otro mes en que tus besos
a mis labios de amor paralizan,
que aun con un simple roce
mi piel se eriza,
y tu nombre con más fuerza vuelven a pronunciar,
porque dejas en mí tu huella,
así como una estrella, que aún en la distancia se distingue,
un fuego que jamás se extingue,
Otro mes en que tus caricias
son a mi rostro como la suave brisa,
y en el que tus manos
me llevan como en las nubes
a lugares en que nunca estube
y que solo a tu lado puedo estar.
Cuatro meses en los que nos amamos,
con miradas, con besos, con caricias,
dos enamorados que se visten cada día
del amor